El complejo mundo de las organizaciones y la
comprensión del mundo actual a través de la
transdisciplinariedad.
La
realidad que percibe el ser humano cada día, la compresión de su propia
existencia y conflictos internos, trae inmersa los aires de la complejidad, de
lo global, lo contextual y lo multidimensional.
La
complejidad se encuentra presente en todos lados, y no hay necesidad de ser
científico para notarlo. La forma de pensamiento predominante por mucho tiempo,
en la cual se produjeron grandes descubrimientos, favorecía el mecanismo, lo
lineal y lo cuantitativo.
Hoy en día, nos encontramos sumergidos en un
mundo que presentan transiciones de cambios acelerados, no solo en las etapas
de la historia, sino también de las diferentes concepciones que se tienen de la
vida, que a su vez afecta aspectos económicos, políticos, cívicos y
socioculturales; haciendo cada vez más complejas las estrechas interrelaciones
existente en aspectos que antes eran estudiados y visto como elementos ajenos
entre sí.
Para nadie es un secreto que los problemas desafiantes que nos presenta el
mundo actual no vienen elaborados en bloques disciplinarios, sino que sobrepasan
los métodos y técnicas que nuestras disciplinas académicas nos han
inculcado a lo largo de los años, fundamentadas en una visión unilateral de la
poliédrica complejidad de toda realidad. Esos problemas nos obligan a
centrarnos más en la naturaleza del objeto del conocimiento que en el método
de medida.
Las universidades han cometido el grave error de separar
la ciencia y la cultura, favoreciendo el desarrollo acelerado de la cultura
científica al precio de la negación del sujeto y del desvanecimiento del
sentido. Esa separación de saberes se torna inoperante cuando se enfrenta a la
realidad concreta que vivimos. Mientras la Universidad es “disciplinada”, los
problemas reales del mundo son “indisciplinados”.
Pero el mundo en que vivimos está compuesto
básicamente por sistemas no-lineales; desde el átomo hasta la galaxia –dice
von Bertalanffy (1981)– vivimos en un mundo de sistemas en todos sus niveles:
físico, químico, biológico, psicológico y sociocultural, es decir, que “todo
está relacionado con todo”. Si la significación y el valor de cada
elemento de una estructura dinámica o sistema está íntimamente relacionado con
los demás, si todo es función de todo, y si cada elemento es necesario para definir a
los otros, no podrá ser visto ni entendido “en sí”, en forma aislada,
sino a través de la posición y de la función o papel que desempeña en la estructura.
Así, Parsons señala que “la condición más decisiva para que un análisis
dinámico sea válido, es que cada problema se refiera continua y
sistemáticamente al estado del sistema considerado como un todo” (en: Lyotard,
1989, p. 31).
En un sistema, se da un conjunto de unidades
interrelacionadas de tal manera que el comportamiento de cada parte depende del
estado de todas las otras, pues todas se encuentran en una estructura
que las interconecta. Geoffrey Chew (1968) ha desarrollado una teoría para
entender el entramado de esta red de relaciones (teoría del bootstrap:
“cordón de zapato” que todo lo liga y une). También Edgar Morin
(considerado como el padre del pensamiento complejo) lleva unos treinta años
insistiendo en la misma dirección en sus múltiples obras. La organización y
comunicación en el enfoque de sistemas desafía la lógica tradicional,
reemplazando el concepto de energía por el de información, y el de causa-efecto por
el de estructura y realimentación.
A lo largo del pasado siglo, cobraron interés
desde un punto de vista interdisciplinario, transdisciplinario e intercultural,
problemas y categorías que, o bien no se habían estudiado con anterioridad a
través de ese prisma o no se habían formulado aún. Este cambio en la
perspectiva comenzó a darse, entre otros factores, como resultado del ascenso
una nueva visión científica de los fenómenos naturales y humanos.
Vale destacar que las perspectivas pluri, poli,
multidisciplinarias se refieren sobre todo a la cantidad de disciplinas
convocadas para el tratamiento de un fenómeno determinado, más que a una
verdadera integración de métodos, conceptos y lenguajes, aspecto que distingue
a la perspectiva interdisciplinar de las anteriores.
¿Qué es, entonces, un conocimiento
transdisciplinario, una visión transdisciplinaria de un hecho o de una
realidad cualquiera?
La perspectiva
transdisciplinar, de más reciente aparición, representa un reto a los actuales
esquemas de trabajo y de pensamiento científico, porque constituye "como
lo indica el prefijo "trans", lo que simultáneamente es entre
disciplinas, a través de las diferentes disciplinas y más allá de toda
disciplina. Su finalidad es la comprensión del mundo presente, uno de cuyos
imperativos es la unidad del conocimiento". Sin embargo, su alcance va más allá
del marco de lo académico para convertirse en bandera de cambios sociales y en
una exigencia de flexibilización de las fronteras socio-culturales.
Julie
Thompson Klein, importante teórica estadounidense en la temática inter y
transdisciplinar, describe el alcance de la perspectiva transdisciplinaria como:
"La visión transdisciplinaria elimina la homogeneización, y reemplaza la
reducción con un nuevo principio de realidad que emerge de la coexistencia de
una pluralidad compleja y una unidad abierta. En lugar de una simple
transferencia del modelo desde una rama del conocimiento a otra, la transdisciplinariedad
considera el flujo de información que circula entre varias ramas de
conocimiento. La principal tarea es la elaboración de un nuevo lenguaje, de una
nueva lógica, y de nuevos conceptos que permitan un diálogo genuino entre
diferentes dominios. La transdisciplinariedad no es una nueva disciplina, una
herramienta teórica, o una superdisciplina. Es la ciencia y el arte de
descubrir puentes entre diferentes objetos y áreas de conocimiento".
Aunque la
transdisciplinariedad se ha concebido como una necesidad a lo largo de la
historia de la ciencia, este sentimiento se manifestó de una manera particular
hacia fines del siglo XX. Hoy existen autores que la conciben como un
"movimiento" intelectual y académico que, por su gran apertura, es
mucho más amplio y receptivo que una "escuela" ideológica con reglas
fijas de pensamiento. Y es impulsado, sobre todo, por la UNESCO y por el Centro
Internacional de Investigaciones y Estudios Transdisciplinarios (CIRET) de
Francia.
La transdisciplinariedad responde a un hecho
esencial y es que la interdisciplinariedad no logra responder a la realidad
integradora, que sólo puede observarse y descubrirse bajo nuevas formas de
percepciones y valoraciones. Edgar Morin, citado por Martínez,
establecía al respecto: "por todas partes, se es empujado a considerar, no
los objetos cerrados y aislados, sino como sistemas organizados en una relación
coorganizadora con su entorno (...); por todas partes se sabe que el hombre es
un ser físico y biológico, individual y social, pero en ninguna parte puede
instituirse una ligazón entre los puntos de vista físico, biológico,
antropológico, psicológico, sociológico. Se habla de interdisciplinariedad,
pero por todas partes el principio de disyunción sigue cortando a ciegas".
La
transdisciplina representa la aspiración a un conocimiento lo más completo
posible, que sea capaz de dialogar con la diversidad de los saberes humanos.
Por eso el diálogo de saberes y la complejidad son inherentes a la actitud
transdisciplinaria, que se plantea el mundo como pregunta y como aspiración.
Una gran aplicación de la transdisciplinariedad seria en la educación;
que desde la perspectiva de la totalidad, todo
programa educativo implica necesariamente actuaciones integrales y unitarias,
así como adaptaciones y acciones ecologizadas para y con los sujetos que
participan en el proceso educativo, así como sobre los contextos en los que
viven, contextos que son los que nutren los procesos de relaciones,
interacciones y vinculaciones y que se configuran en estructuras organizativas
y de acción. La educación contextualizada y concretada en ámbitos formales
escolarizados, adquiere pleno sentido cuando está integrada e impregna todos
los ambientes, espacios y tiempos, cuando forma parte de la organización
escolar, del curriculum, y de todos y cada uno de los elementos, procesos,
materiales, sociales y personales que conforman el universo ecosistémico de la
escuela. En este sentido por ejemplo, la vieja división entre actividades
escolares y extraescolares, o la antigua dicotomía entre materias obligatorias
y voluntarias, o de primer orden y de segundo orden, tiene que ser sustituida
por ámbitos y espacios de conocimiento significativo y justificados únicamente
por su valor educativo y su capacidad para estimular el desarrollo personal y
comunitario, la autonomía para el aprendizaje, así como para la responsabilidad
social y el desarrollo de la sensibilidad y la conexión con el todo.
La
comprensión transdisciplinar quizá se pueda identificar con lo sustancial del
método universal de JACOTOT, que propone la conveniencia de aprender una cosa y
todo lo relacionado con ella, del modo siguiente: Sepamos una cosa y
relacionemos con ella todo lo demás. Este enfoque didáctico es realizable en todos los niveles, incluido el universitario,
pero al desarrollado con posterioridad
al disciplinar es al que se considera con propiedad transdisciplinar. Así, a partir de una formación
disciplinar se pueden desarrollar
técnicas de enseñanza transdisciplinares, como los proyectos, el estudio de caso, el aprendizaje
basado en problemas, las inmersiones temáticas, etc.
Es
evidente que el saber básico adquirido por el hombre, es decir, el cuerpo de
conocimientos humanos que se apoyan en una base sólida, por ser las conclusiones
de una observación sistemática y
seguir un razonamiento consistente,
–cualesquiera que sean las vías por las cuales se lograron– debieran poderse integrar en un todo coherente
y lógico y en un paradigma universal o
teoría global de la racionalidad. Lo fundamental es tener presente la
perspectiva desde la cual se lograron.
En consonancia con todo lo dicho, necesitamos un paradigma universal,
un metasistema de referencia cuyo objetivo sea guiar la interpretación de las interpretaciones y
la explicación de las
explicaciones. Por lo tanto, sus “postulados” o principios
básicos de apoyo deberán ser amplios; no pueden ser específicos,
como cuando se trata de un paradigma particular en un área específica del
saber. Todo ello nos llevará hacia un enfoque básicamente gnoseológico, es decir, que trate de
analizar y evaluar la solidez de las reglas que sigue nuestro propio pensamiento.
Es de esperar que este nuevo
paradigma emergente sea el que nos permita superar el realismo
ingenuo, salir de la asfixia reduccionista y entrar en la lógica de una
coherencia integral, sistémica y ecológica, es decir, entrar en una ciencia
más universal e integradora, en una “ciencia” verdaderamente
transdisciplinaria.