martes, 3 de diciembre de 2013

Guía 4: La Transdisciplinariedad en las Organizaciones



El complejo mundo de las organizaciones y la 
comprensión del mundo actual a través de la 
transdisciplinariedad.



La realidad que percibe el ser humano cada día, la compresión de su propia existencia y conflictos internos, trae inmersa los aires de la complejidad, de lo global, lo contextual y lo multidimensional.

La complejidad se encuentra presente en todos lados, y no hay necesidad de ser científico para notarlo. La forma de pensamiento predominante por mucho tiempo, en la cual se produjeron grandes descubrimientos, favorecía el mecanismo, lo lineal y  lo cuantitativo.
Hoy en día, nos encontramos sumergidos en un mundo que presentan transiciones de cambios acelerados, no solo en las etapas de la historia, sino también de las diferentes concepciones que se tienen de la vida, que a su vez afecta aspectos económicos, políticos, cívicos y socioculturales; haciendo cada vez más complejas las estrechas interrelaciones existente en aspectos que antes eran estudiados y visto como elementos ajenos entre sí.

Para nadie es un secreto que los problemas desafian­tes que nos presenta el mundo actual no vienen elaborados en bloques disciplinarios, sino que sobrepa­san los métodos y técni­cas que nues­tras disci­plinas acadé­micas nos han inculcado a lo largo de los años, fundamenta­das en una visión unilateral de la polié­drica complejidad de toda realidad. Esos proble­mas nos obligan a centrarnos más en la natura­leza del objeto del conocimiento que en el método de medida.

Las universidades han cometido el grave error de separar la ciencia y la cultura, favoreciendo el desarrollo acelerado de la cultura científica al precio de la negación del sujeto y del desvanecimiento del sentido. Esa separación de saberes se torna inope­rante cuando se enfrenta a la realidad concreta que vivimos. Mientras la Universidad es “disciplinada”, los problemas reales del mundo son “indisciplinados”.

Pero el mundo en que vivimos está compuesto básicamente por siste­mas no-lineales; desde el átomo hasta la galaxia –dice von Bertalanffy (1981)– vivimos en un mundo de sistemas en todos sus niveles: físi­co, químico, biológico, psicológico y socio­cultural, es decir, que “todo está relacionado con todo”. Si la significación y el valor de cada elemento de una estruc­tura dinámica o sistema está íntimamente relacionado con los demás, si todo es función de todo, y si cada ele­mento es nece­sario para definir a los otros, no podrá ser visto ni en­tendido “en sí”, en forma aislada, sino a tra­vés de la posición y de la función o papel que desempeña en la es­tructu­ra.  Así, Parsons señala que “la condición más decisiva para que un análisis dinámico sea válido, es que cada problema se refiera continua y sistemáticamente al estado del sistema considera­do como un todo” (en: Lyotard, 1989, p. 31).

En un sistema, se da un conjunto de unidades interrelacionadas de tal ma­nera que el comportamiento de cada parte depende del estado de todas las o­tras, pues todas se encuentran en una estructura que las interconecta. Geoffrey Chew (1968) ha desarrollado una teoría para entender el entramado de esta red de relaciones (teoría del bootstrap: “cordón de zapato” que todo lo liga y une). También Edgar Morin (considerado como el padre del pensamiento complejo) lleva unos treinta años insistiendo en la misma dirección en sus múltiples obras. La or­ganización y comunicación en el enfoque de sistemas desafía la lógica tradi­cional, reemplazando el concepto de energía por el de información, y el de causa-efecto por el de estructura y realimentación.
A lo largo del pasado siglo, cobraron interés desde un punto de vista interdisciplinario, transdisciplinario e intercultural, problemas y categorías que, o bien no se habían estudiado con anterioridad a través de ese prisma o no se habían formulado aún. Este cambio en la perspectiva comenzó a darse, entre otros factores, como resultado del ascenso una nueva visión científica de los fenómenos naturales y humanos.

Vale destacar que las perspectivas pluri, poli, multidisciplinarias se refieren sobre todo a la cantidad de disciplinas convocadas para el tratamiento de un fenómeno determinado, más que a una verdadera integración de métodos, conceptos y lenguajes, aspecto que distingue a la perspectiva interdisciplinar de las anteriores.
¿Qué es, enton­ces, un conocimiento transdisciplinario, una visión transdis­ci­plina­ria de un hecho o de una realidad cualquie­ra?

La perspectiva transdisciplinar, de más reciente aparición, representa un reto a los actuales esquemas de trabajo y de pensamiento científico, porque constituye "como lo indica el prefijo "trans", lo que simultáneamente es entre disciplinas, a través de las diferentes disciplinas y más allá de toda disciplina. Su finalidad es la comprensión del mundo presente, uno de cuyos imperativos es la unidad del conocimiento". Sin embargo, su alcance va más allá del marco de lo académico para convertirse en bandera de cambios sociales y en una exigencia de flexibilización de las fronteras socio-culturales.

Julie Thompson Klein, importante teórica estadounidense en la temática inter y transdisciplinar, describe el alcance de la perspectiva transdisciplinaria como: "La visión transdisciplinaria elimina la homogeneización, y reemplaza la reducción con un nuevo principio de realidad que emerge de la coexistencia de una pluralidad compleja y una unidad abierta. En lugar de una simple transferencia del modelo desde una rama del conocimiento a otra, la transdisciplinariedad considera el flujo de información que circula entre varias ramas de conocimiento. La principal tarea es la elaboración de un nuevo lenguaje, de una nueva lógica, y de nuevos conceptos que permitan un diálogo genuino entre diferentes dominios. La transdisciplinariedad no es una nueva disciplina, una herramienta teórica, o una superdisciplina. Es la ciencia y el arte de descubrir puentes entre diferentes objetos y áreas de conocimiento".

Aunque la transdisciplinariedad se ha concebido como una necesidad a lo largo de la historia de la ciencia, este sentimiento se manifestó de una manera particular hacia fines del siglo XX. Hoy existen autores que la conciben como un "movimiento" intelectual y académico que, por su gran apertura, es mucho más amplio y receptivo que una "escuela" ideológica con reglas fijas de pensamiento. Y es impulsado, sobre todo, por la UNESCO y por el Centro Internacional de Investigaciones y Estudios Transdisciplinarios (CIRET) de Francia.

La transdisciplinariedad responde a un hecho esencial y es que la interdisciplinariedad no logra responder a la realidad integradora, que sólo puede observarse y descubrirse bajo nuevas formas de percepciones y valoraciones. Edgar Morin, citado por Martínez, establecía al respecto: "por todas partes, se es empujado a considerar, no los objetos cerrados y aislados, sino como sistemas organizados en una relación coorganizadora con su entorno (...); por todas partes se sabe que el hombre es un ser físico y biológico, individual y social, pero en ninguna parte puede instituirse una ligazón entre los puntos de vista físico, biológico, antropológico, psicológico, sociológico. Se habla de interdisciplinariedad, pero por todas partes el principio de disyunción sigue cortando a ciegas".

La transdisciplina representa la aspiración a un conocimiento lo más completo posible, que sea capaz de dialogar con la diversidad de los saberes humanos. Por eso el diálogo de saberes y la complejidad son inherentes a la actitud transdisciplinaria, que se plantea el mundo como pregunta y como aspiración.

Una gran aplicación de la transdisciplinariedad seria en la educación; que  desde la perspectiva de la totalidad, todo programa educativo implica necesariamente actuaciones integrales y unitarias, así como adaptaciones y acciones ecologizadas para y con los sujetos que participan en el proceso educativo, así como sobre los contextos en los que viven, contextos que son los que nutren los procesos de relaciones, interacciones y vinculaciones y que se configuran en estructuras organizativas y de acción. La educación contextualizada y concretada en ámbitos formales escolarizados, adquiere pleno sentido cuando está integrada e impregna todos los ambientes, espacios y tiempos, cuando forma parte de la organización escolar, del curriculum, y de todos y cada uno de los elementos, procesos, materiales, sociales y personales que conforman el universo ecosistémico de la escuela. En este sentido por ejemplo, la vieja división entre actividades escolares y extraescolares, o la antigua dicotomía entre materias obligatorias y voluntarias, o de primer orden y de segundo orden, tiene que ser sustituida por ámbitos y espacios de conocimiento significativo y justificados únicamente por su valor educativo y su capacidad para estimular el desarrollo personal y comunitario, la autonomía para el aprendizaje, así como para la responsabilidad social y el desarrollo de la sensibilidad y la conexión con el todo.

La comprensión transdisciplinar quizá se pueda identificar con lo sustancial del método universal de JACOTOT, que propone la conveniencia de aprender una cosa y todo lo relacionado con ella, del modo siguiente: Sepamos una cosa y relacionemos con ella todo lo demás. Este enfoque didáctico es realizable  en todos los niveles, incluido el universitario, pero al desarrollado con  posterioridad al disciplinar es al que se considera con propiedad  transdisciplinar. Así, a partir de una formación disciplinar se pueden  desarrollar técnicas de enseñanza transdisciplinares, como los  proyectos, el estudio de caso, el aprendizaje basado en problemas, las inmersiones temáticas, etc.
            Es evidente que el saber básico adquiri­do por el hombre, es decir, el cuerpo de co­nocimientos humanos que se apoyan en una base só­lida, por ser las conclusio­nes de una observa­ción sistemática y seguir un razonamiento consis­tente, –cualesquiera que sean las vías por las cuales se lograron– debieran po­der­se in­tegrar en un todo cohe­rente y lógico y en un para­dig­ma uni­versal o teoría global de la racionali­dad. Lo fundamental es tener presente la perspectiva desde la cual se lograron.
            En consonancia con todo lo dicho, necesitamos un paradigma universal, un metasistema de referencia cuyo objetivo sea guiar la interpretación de las interpreta­cio­nes y la explicación de las explicaciones. Por lo tanto, sus “pos­tulados” o princi­pios básicos de apoyo deberán ser am­plios; no pue­den ser específi­cos, como cuando se trata de un paradig­ma parti­cular en un área específica del saber. Todo ello nos llevará hacia un enfo­que básicamente gnoseoló­gico, es decir, que trate de analizar y evaluar la solidez de las reglas que sigue nuestro propio pensamiento.

            Es de esperar que este nuevo paradigma emergente sea el que nos permita superar el realismo ingenuo, salir de la as­fi­xia reduccio­nista y entrar en la lógica de una coheren­cia inte­gral, sis­témica y ecológica, es decir, entrar en una ciencia más universal e integradora, en una “ciencia” verdade­ramente transdisciplinaria.